EXCURSIÓN A CARPIO-BERNARDO

 

            El día amanece soleado. ¡Por fin! Después de varios días de incertidumbre el tiempo nos acompaña y podremos salir de excursión. Primeras bicicletas que se acercan a la puerta del Colegio y primeras sonrisas. Poco a poco la mañana se va llenando de entusiasmo. Unas fotos para el periódico y nos ponemos en marcha. Aún nos quedan 8 km por delante.

            Los que no tenemos bicicleta o no sabemos montar en ella, contamos con la buena disposición de alguna madre que se presta a llevarnos en coche hasta Carpio-Bernardo. Una vez allí salimos caminando al encuentro de los más osados, que a pesar del duro camino vienen bastante contentos, y alguno incluso aún dispone de las fuerzas necesarias para echar alguna carrerita hasta el final del camino.

            Estamos en el pueblo. Los más sedientos reponen fuerzas en la fuente; otros descansan; otros ya quieren almorzar. No nos cuesta mucho convencerles de que aún es pronto porque el deseo de subir al castillo es más fuerte que el hambre misma.

            La ascensión a pesar de ser corta para algunos resulta dura, algún rezagado, ¡Estoy cansado! ¡La subida resbala! Pero en la cima al pie del Castillo todo se olvida. Vistas impresionantes y miradas de asombro asoman en las caras curiosas de nuestros alumnos. Ahora sí, es el momento de almorzar que con el estómago lleno todo resulta más sencillo.

            Llega el momento de recitar romances. No hay nerviosismo porque lo llevamos preparado y cada uno sabe muy bien el papel que le toca. Nos acabamos de transportar a otro siglo, otra época en la que Bernardo del Carpio sale de León a impedir a Francia el paso, son tiempos de condes y condesas, de caballeros valientes que luchan por su rey o por su amada. Todos escuchan muy atentos. Aplausos.

            Ahora es el momento de inspeccionar el lugar. Observamos las vistas con un telescopio, subimos y bajamos por el castillo e incluso nos hacemos alguna foto dentro del aljibe. No nos demoramos mucho porque el tiempo corre en nuestra contra e iniciamos el descenso hacia el pueblo. Allí nos espera un torneo medieval donde realizaremos distintos juegos en grupo. ¿Y los arcos? ¡Antonio! Dos profes cogemos rápidamente el coche, avisamos a nuestro director y regresamos a El Encinar porque ¿qué es un torneo medieval sin un arco y unas flechas? No hay problema. Todo solucionado. El torneo medieval está en marcha gracias también a la buena disposición de los padres que se han prestado a colaborar y que echan una manita en todo momento y como no, a Pablo nuestro monitor de extraescolares.

            Hay que regresar. El camino de vuelta para los ciclistas es duro, estamos más cansados y las caídas hacen su aparición. Alguno se niega a montar en bici y al profe le toca venir andando con dos bicicletas una en cada mano.

            En el Encinar nos esperan los padres. Los niños van llegando. Abrazos y besos. La jornada termina con el deseo de volvernos a encontrar. ¡Hasta la próxima! avanza Antonio que ya empieza a maquinar otra posible excursión.


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Belén                                 


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