La presencia de los gitanos en España está documentada en 1425, cuando el rey Juan II de Aragón concede una cédula de paso a Juan y Tomás, que se hacen llamar condes de Egipto Menor. Por esa creencia de proceder de Egipto es por lo que se les denominó "gitanos"; ya en siglo XV comienzan a tener problemas por su inadaptación social. Los Reyes Católicos dictan una dura pragmática:

"Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida".

(Isabel y Fernando, Medina del Campo, 1499, recogido en la Novísima Recopilación, Libro XII, título XVI).

Los grupos de nómadas proceden de Francia y cruzan la Península en dirección sur, donde el estado de guerra, primero con los musulmanes y posteriormente entre los nobles, les facilita el "modus vivendi", practicando oficios como el de herrero, de larga tradición hasta hace poco en Sevilla. Su forma de vida endogámica hace que se formen gitanerías, barrios marginales separados, al estilo de las juderías.
Con la Contrareforma aumenta la desconfianza contra la inadaptación de los gitanos, que practican la cartomancia y otros tipos de adivinación.
Se dictaron numerosas disposiciones en contra de su manera de vida, llegando a intentar su expulsión y deportación, alcanzando la máxima represión con el Marqués de Ensenada en 1749, en que los agrupados en arsenales y prisiones llegaron a 12000.

Uno de los pilares básicos de la sociedad gitana es el amor a la familia, lo que hace que Bernardo del Carpio sea su héroe fundamental que dedica su vida a conseguir la libertad de sus padres, igual que los que acuden a la corte con memoriales solicitando se liberen a sus padres de los Arsenales y prisiones donde los ha encerrado el Rey. Sobre todo entre los gitanos del Sur (Puerto de Santa María, Triana, Sanlúcar, Cádiz, Jerez...). El sentimiento de rebeldía que mueve a Bernardo ante la arbitrariedad real es el espejo del que sufren los gitanos solo por el hecho de serlo.

Esta veneración por el héroe hace que los romances de Bernardo se incorporen a la Tradición, y se cantan en privado dentro de los ritos de la boda, lo que ha hecho que se transmitieran tal como se cantaban siglos atrás. Como estos ritos están restringidos a los de su raza, cuando Antonio de Mairena a principios del siglo pasado graba un romance y lo da a conocer a los payos, se consideró por muchos gitanos como un profanación.

Otro signo de la admiración por el personaje es la utilización del nombre propio; así hasta no hace muchos años, el nombre de personas llamadas Bernardo del Carpio no era raro entre los gitanos bajoandaluces, e incluso alguna Bernarda del Carpio (En Sanlúcar en el censo de 1783).

Los romances más populares en el flamenco gitano son "Bernardo al pie de la torre", "Con cartas y mensajeros", "El prisionero" y "En el tiempo en que reinaba".

 

 

Antonio de Mairena grabó este romance de "Bernardo al pie de la torre":

Salió Bernardo a cazar
una nochecita oscura
Ay de perritos y lebreles
lleva cercaita la mula
s'a levantao un vientecito
ay una agüita muy menúa
y fue a ampararse de la torre
ay pa no mojarse las plumas.
Y dentro de la torre suena
y aquel de las fuerzas muchas
está cantando un romance
que Bernardo mu bien escucha.
"Ay dicen que yo tengo un hijo
y que Bernardo se llama
y to el que a mí me viene a ver
ay me da cuenta de sus hazañas
ay si no la tienes pa tu pare
ay niño pa quien la guardas"
Y monta Bernardo a caballo
y p'al Carpio va que volaba
"Ay buen rey dame usté a mi pare
Ay si dios se lo merece
y con el puño de mi espada
si mi manita pudentre
ay mudase esta presona
ay que lo mando yo
ay como si lo manda
al hierro de la hoz

 


 El Negro del Puerto, Romance de Bernardo El Carpio, Gonzalo García Pelayo, Frente al mar, 1978.
Subido en PIE.FMC (Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos): www.pieflamenco.com.

 

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