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a
camina don Bernardo,
ya camina, ya se va
y deja una doncellita
de catorce años de edad.
-Si a los siete años no vengo,
marido puedes buscar.
-Ni a los siete, ni a los ocho
tú para mi libre vas.-
Un día estando en su cuarto
entra su padre y la dijo:
-¿Cómo no te casas hija,
cómo no buscas marido?
-¡Cómo me he casar, padre, si don Bernardo
está vivo!
-Has tenido cartas, hija,
o billetes has tenido.
-No he tenido cartas, padre,
ni billetes he tenido,
que un día estando en mi cuarto mi corazón me lo dijo.
No le pido mucho, padre,
sólo le pido un vestido;
no se le pido de seda,
tampoco de paño fino.
se le pido de sayal,
de eso que llaman curtido,
para írmele a buscar
por sendas y por caminos.-
De día por las aradas
de noche por los caminos,
y al cabo de estos días ha encontrado a un
pastorcillo:
-Dime, dime, pastorcillo,
¿de quién es ese ganado?
-No se lo digo, señora,
que me va a reñir mi amo.
-No lo preguntó de balde,
que lo preguntó pagado.
-De don Bernardo,
señora, mañana se va a casar;
ya tiene las carnes muertas,
los vinos a refrescar,
y las gentes convidadas,
a la mañanita irán.
-Dime, dime, pastorcillo,
¿en qué palacio estarán?
-Mi señor, la mi señora,
en el que relumbra más.-
Siete vueltas al palacio
y nadie con quien hablar,
mas al cabo de las ocho con don
Bernardo fue a dar:
-Buenas tardes, caballero,
buenas tardes, militar;
¿una limosna a esta pobre
para poder remediar?-
Echó mano al bolsillo
y un ochavito le da.
-¡Qué ruín es el caballero,
qué ruín es el militar,
y en la casa de sus padres
realitos de a ocho dan.
-¿De dónde es la peregrina
tan cortés en el hablar?
-Soy del lugar de Sevilla,
de Sevilla natural.
-Pues si es del lugar Sevilla
razón me podría dar,
por mi señor, mi señora,
¿si se habrían muerto ya?
-Su señor está muy bueno, su señora
ha muerto ya,
y su querida Isabel
hablando con usté está.-
Al oír estas palabras
desmayado cae pa atrás;
ni con agua ni con vino
le pueden hacer hablar,
sólo con palabras dulces
que la Isabelita da.
-He aquí el anillo de oro
el que disteis por casar.
-Quédate con Dios Juliana,
hija del rey don Julián,
que me voy con la Isabel que me ha venido a buscar.
-¡Malditas sean las mujeres que en busca los hombres van.
-No maldizcas tú a mi sangre, que es sangre de casta real,
que me voy con la Isabel, que
es mi mujer natural.-
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