Romances que se recitan en en diferentes lugares de España y que están muy contaminados con otros romances habiendo perdido muchos de ellos el sentido épico de los antiguos.

Bernardo y Valdovinos:

Versión de Campo del Agua , Villafranca del Bierzo comarca de Burbia, León. Recogida por Julio Camarena 1985
 
 

 uando don Bernardo                                   de la tropa se salía,
con trescientos mil caballos,     todos de una igualía
y otras tantas yeguas blancas,        cada cual con la su cría.
El rey, como le vio tantas,                   una de ellas le pedira.
-Llévelas todas, buen rey,                     llévelas para su vida.
-Tente, tente do Bernardo,                  no hagas tal valentía,,
lo que se gana en un año,             suélese perder n`un día.
-¿A dónde va Valdovino,            primo que `o tanto quería?
-Valdovino va a caza,                              Valdovino no venía;
vámelo buscar, Bernardo,                que Dios te lo pagaría.
-¿Cómo he buscar un hombre que a mí tan mal me quería?,
que me ha robado cien duros               y la sortija ` la niña,
solamente la sortija                               ya cien duros valiría.
-Vámelo buscar, Bernardo,             que Dios te lo pagaría.-
Se marchara don Bernardo               a ver si lo encontraría.
Vira estar a Valdovino                    al pie de una fuente fría.
-¿Qué haces ahí, Valdovino,       primo que `o tanto quería?
-Estoy mirando a la agua               que de esta fuente salía.
-¿Qué haces ahí, Valdovino,           imo que `o tanto quería?
-Estoy mirando a las hierbas                que mi caballo pacía.
-Qué haces ahí, Valdovino,         primo que `o tanto quería?
-Estoy mirando a la sangre               que de mis venas salía.
-¿Quién te hirira, Valdovino,         Valdovino quién te hirira?
-Dios te libre, don Bernardo,   del moro que a mí me hirira:
veinte cuartas tiene de alto,          veinticuatro de petrina,
cuarta y media de ojo a ojo,             cuatro de cara tenía.-
Se marchara don Bernardo             a ver si lo encontraría.
Viera estar el moro perro       contando una gran mentira:
que matara a Valdovino        y que a don Bernardo hirira.
-Mientes, mientes, moro perro, mientes, mientes, por tu vida,
ni mataste a Valdovino,             ni a don Bernardo hiriras.
-Tente, tente don Bernardo,            no hagas tal valentía,
que haces tanto al pie de mí           como a una palomita.
-Juramento tengo hecho,              quebrantarlo no quería,
que no me salgo del campo          sin tu cabeza o la mía.-
Fueron los dos a un campo             a donde nadie los vía;
se dieron de recios golpes                y el perro moro caía.
Le cortara la cabeza,                 con las tijeras que tenía;
pra enseñarla a Valdovino               muy deprisa camina.
Por la prisa que llevaba,                    Valdovino ya morira.
Las campanas se tocaban,  cuantas en el mundo había,
por l`alma de Valdovino,           que para el cielo camina.

 
 

 

Al conde llevaron preso:

Versión de Robledo de Sobrecastro (León). Recogida por José Antonio Blanco, Javier Ormazábal, Sandra Robertson y Isabel Rodríguez, en 1982

 
 

   al conde llevaron preso                         y al conde preso llevaron;
no por muertes que haiga hecho      ni robos que haiga causado,
por encintar una niña,                                  caminito del Santiago.
Siendo ella hija del rey,                            sobrina del Padre Santo,
y a ese pobrecito hombre                  grande castigo le han dado.
De día lo guardan cien hombres             y de noche cienticuatro.
-¡Quién me diera aquí a mi primo    y a mi primo don Bernardo!--
Y por debajo de cuerda                          una carta le ha mandado.
Su primo, cuando lo supo,                   echó espuela a su caballo;
por las calles donde él iba           las piedras quedan temblando.
Salió el rey a su balcón,                         vio pasar a don Bernardo:
-¿Aónde va usted, don Bernardo,             tan deprisa y preparado?
-Voy a ver a un primo mío,              que me lo estaban ahorcando.
-Pues suba arriba, don Bernardo,               que jugaremos un rato,
pues, si fuera primo suyo,                 ya mandaríamos soltarlo.--
Se ponen a jugar los naipes                con mucho amor y agrado.
Estando los dos juntados,                      estando los dos jugando,
bajaba una voz del cielo                      de esta manera cantando:
-Don Bernardo está jugando                    y su primo predicando.--
Cogió los naipes en mano                     y al rey se los ha echado.
-¡Vaya, vaya, don Bernardo,           que en la corona me has dado!
-Yo no le temí al rey                                   ni tampoco con su grado,
que soy un mozo sotero,                         libre y desembarazado,
yo no le temí a cien                          ni tampoco a cienticuatro.--
Sin poner pie en el estribo                  ha montado en su caballo;
hasta que llegó a la horca             donde lo estaban ahorcando;
le dio una patá a la horca,                 la puso en cuatro pedazos,
le dio un sablazo al verdugo,                  a cabeza le ha cortado.
-Toma, primo mío, este sable,    juégalo como hombre honrado,
ninguno de mi linaje                                       se morirá ahorcado.
Yo soy un mozo sotero,                           libre y desembarazado.

 
 

 

Casada de lejas tierras

Versión de Colinas del Campo de Martín Moro, León. Recogida por Mikel Bilbao, J. Antonio Cid, Maite Manzanera y Dolores Sanz (1985)

 
 

 na casadina                          de muy lejos tierra,
que murió de parto                y peores parteras.
Ella se va a misa,                          ella se viniera,
ella hace la cama              y ella duerme en ella.
Un día dolores,                          dolores le dieran,
tan fuertes, tan fuertes,        que parir quisiera.
-Bernardito mío,               si tú bien me quieres,
vete a la mi madre                por ver si viniere.-
-Levántese, madre,                del dulce dormir,
que la luz del día                         ya quiere venir
y la bella rosa                            ya quiere parir.
-Si par, que parga,          que traiga una infanta,
dale que reviente             hasta su garganta.-
Ya vuelve Bernardo        más triste que el día.
-Mi madre no está en casa,       que no parecía.
-Bernardito mío,               si tú bien me quieres,
vete a la tu hermana              por ver si viniere.
-Levántate, hermana,              del dulce dormir,
que la luz del día                        ya quiere venir
y la bella rosa                            ya quiere parir.
-Si par que parga,             que traiga un infante,
dale que reviente                 asta su garganta.-
Ya vuelve Bernardo          más triste que el día.
-Mi hermana no está en casa,   que no parecía.
-Bernardito mío,               si tú bien me quieres,
vete a la mi madre                por ver si viniere.
-Levántese, suegra,              del dulce dormir,
que la luz del día                      ya quiere venir
y la bella rosa                         ya quiere parir.
-Prepara, mi yerno,               mi mula zorrilla,
mientras yo preparo       mi mejor mantilla;
prepara, mi yerno,                mi mula parda,
mientras yo preparo           mi mejor pava.-
Al medio el camino las campanas doblaban.
Ya murió la niña,              ya murió la blanca.

 
 

La Condesita

Versión de Polientes (Cantabria). Recogida por Eduardo Martínez (1931)
 
 

a camina don Bernardo,                     ya camina, ya se va
y deja una doncellita                     de catorce años de edad.
-Si a los siete años no vengo,          marido puedes buscar.
-Ni a los siete, ni a los ocho                 tú para mi libre vas.-
Un día estando en su cuarto          entra su padre y la dijo:
-¿Cómo no te casas hija,               cómo no buscas marido?
-¡Cómo me he casar, padre,      si don Bernardo está vivo!
-Has tenido cartas, hija,                      o billetes has tenido.
-No he tenido cartas, padre,               ni billetes he tenido,
que un día estando en mi cuarto   mi corazón me lo dijo.
No le pido mucho, padre,              sólo le pido un vestido;
no se le pido de seda,                     tampoco de paño fino.
se le pido de sayal,                  de eso que llaman curtido,
para írmele a buscar              por sendas y por caminos.-
De día por las aradas                de noche por los caminos,
y al cabo de estos días     ha encontrado a un pastorcillo:
-Dime, dime, pastorcillo,              ¿de quién es ese ganado?
-No se lo digo, señora,                 que me va a reñir mi amo.
-No lo preguntó de balde,               que lo preguntó pagado.
-De don Bernardo,                señora, mañana se va a casar;
ya tiene las carnes muertas,            los vinos a refrescar,
y las gentes convidadas,                      a la mañanita irán.
-Dime, dime, pastorcillo,            ¿en qué palacio estarán?
-Mi señor, la mi señora,             en el que relumbra más.-
Siete vueltas al palacio            y nadie con quien hablar,
mas al cabo de las ocho       con don Bernardo fue a dar:
-Buenas tardes, caballero,           buenas tardes, militar;
¿una limosna a esta pobre           para poder remediar?-
Echó mano al bolsillo                         y un ochavito le da.
-¡Qué ruín es el caballero,                qué ruín es el militar,
y en la casa de sus padres         realitos de a ocho dan.
-¿De dónde es la peregrina          tan cortés en el hablar?
-Soy del lugar de Sevilla,                      de Sevilla natural.
-Pues si es del lugar Sevilla            razón me podría dar,
por mi señor, mi señora,         ¿si se habrían muerto ya?
-Su señor está muy bueno,       su señora ha muerto ya,
y su querida Isabel                  hablando con usté está.-
Al oír estas palabras                desmayado cae pa atrás;
ni con agua ni con vino               le pueden hacer hablar,
sólo con palabras dulces                   que la Isabelita da.
-He aquí el anillo de oro               el que disteis por casar.
-Quédate con Dios Juliana,            hija del rey don Julián,
que me voy con la Isabel  que me ha venido a buscar.
-¡Malditas sean las mujeres que en busca los hombres van.
-No maldizcas tú a mi sangre, que es sangre de casta real,
que me voy con la Isabel,        que es mi mujer natural.-

 
 

Bañando está las prisiones:

Versión de Sevilla. Recogida por Luis Suárez Ávila (1958).
 
 

alió Bernardo a cazar                            una nochecita escura,
de perritos y lebreles                              lleva cercadita la mula.
S`ha alevantado un vientecito      y una agüita muy menuda,
fue a ampararse en una torre            pa no mojarse la pluma.
Adentro de la torre suena,           aquel de las fuerzas muchas
está cantando un romance, que Bernardo muy bien lo escucha:
"Dicen que yo tengo un hijo                y que Bernardo le llaman,
y toíto el que a mí me viene a ver me cuenta de sus hazañas.
Si no las tiene pa tu padre, ¡mi Dios!, ¿ para quién las guarda?"
Monta Bernardo a caballo             y pa`l Carpio va, que volaba.
-Buen rey, déme usted a mi padre,    si mis obras se lo merece,
con el puño de mi espada,                       y mi manita prudente.-

 
 
Otra versión, del Puerto de Santa María (Cádiz). Recogida por Manuel Manrique de Lara (1916).
 
 

es de mayo, mes de mayo,            cuando las recias calores,
cuando los toros son bravos,                  los caballos corredores,
cuando la cebada esgrana,                   los trigos toman colores,
cuando los enamorados                             regalan a sus amores,
unos les regalan lirios,                         y otros les regalan flores.
-¡Oh, desgraciado de mí,                metido en grandes prisiones
sin saber cuándo es de día,         ni menos cuándo es de noche,
sólo por una calandria,                 que me canta a mí a las doce!
Tres días que no la oigo                    ¿qué será de ella, señores?
Si andará entre mata y mata,               entre terrón y terrones,
cogiendo la semillita                              que tiran los labradores.
Me dicen que tengo un hijo               que Bernardo le llamaban,
caballeros van y vienen,                me cuentan de sus hazañas.
Hijo, si para mí no las tienes, dime, ¿para quién las aguardas?-

 
 

 

Bernardo se entrevista con el rey

Versión de Cádiz. Recogida por Manuel Manrique de Lara (1916)

 
 

n el tiempo que reinaba                         el rey Alfonso en León
cartita y a un mensajero        a Bernardo le mandó.
Bernardo, como era un niño,            de traición se receló;
echó la carta en el fuego       y al mensajero mató,
y a un ayito que él tenía           entonces le preguntó:
-¿Qué te parece, ayo mío,         esto que había hecho yo?
-Mal me parece, Bernardo,         mal me parece, señor,
la carta no tiene culpa,                ni el mensajerito, no;
de esto el que la culpa tiene,         el rey Alfonso León.-
Tomó la escalera arriba,      e ha asomado al mirador,
ha visto a todos los suyos,        que andan jugando al ferró.
-Cuatrocientos sois, los míos,         los que coméis de mi pan;
nunca os he repartido,          y ahora se repartirán;
ciento vais para la villa,            ciento vais pa el arrabal,
ciento vais pa los caminos,              que a nadie dejéis pasar,
y ciento venís conmigo,                  para con el rey hablar;
como malas me las diere,             malas se las voy a tornar.-
Al ruido de las cajas               los grandes se han asomado;
unos dicen que es el moro,               otro que es el lutrarano,
y el Rey, como lo conoce,     siempre dice: -Ese es Bernardo;
viene a pedirme a su padre,   más de fuerza que no a grado.
-Tengáis buenas tardes, tío,               con los grandes a su lado.
-A mal hora habéis venido,              a mala hora habéis llegado,
hijo de padres traidores,                entre cautela engendrado.
-Miente quien tal piense y diga,           de vuestra corona abajo,
que mi padre fue más noble            que tos los reyes pasados;
si mi padre fue el traidor,                 tu hermana fue la cautela.
-Prendedlo,- decía el Rey;                       pero ninguno lo intenta.
Ha echado mano a su espada,     y abrazó el manto y rodela.
-Quietos se me estén, señores,       que ninguno se me mueva,
que el que se me meneare               lo voy a cortar la cabeza.-
Los de arriba y los de abajo                      con una pulida seña:
-¡Viva el valiente Bernardo,         y aquel que lo ofenda, muera!
-Lo que yo en chanza os dije,              sobrino, tomáis de veras.
-A chanza lo tomo, tío,                       porque a tomarlo de veras
no queaba gente en palacio, ni en vuestros hombros cabeza.-

 
 

 


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