Publicados por F. J. Wolf y C. Hofmann en "Primavera y flor de Romances" Berlín 1856
(Una colección de romances impresos antes de mediados del siglo XVI)

Bernardo se entera de la situación de sus padres:

 
 

 

n corte del casto Alfonso Bernaldo a placer vivía,
  sin saber de la prisión en que su padre yacía.
A muchos pesaba de ella, mas nadie gelo decía,
non osaba ninguno, que el rey gelo defendía,
y sobre todos pesaba a dos deudos que tenía,
uno era Vasco Meléndez, a quien la prisión dolía,
y el otro Suero Velásquez, que en el alma lo sentía.
Para descubrir el caso en su poridad metían
a dos dueñas fijasdalgo, que eran de muy gran valía;
una era Urraca Sánchez, la otra dicen María,
Meléndez era el renombre que sobre nombre tenía.
Con estas dueñas fablaron en gran poridad un día,
diciendo: -Nos vos rogamos señoras, por cortesía,
que le digáis a Bernaldo, por cualquier manera o vía,
como yace preso el conde su padre don Sancho Díaz;
que trabaje de sacarlo, si pudiere, en cualquier guisa,
que nos al rey le jurarnos que de nos non lo sabría.-
Las dueñas, cuando lo oyeron, a Bernaldo lo decían.
Cuando Bernaldo lo supo pesóle a gran demasía,
tanto que dentro en el cuerpo la sangre se le volvía.
Yendo para su posada muy grande llanto hacía;
vestióse paños de duelo, y delante el rey se iba.
El rey cuando así lo vió de esta suerte le decía:
-Bernaldo, ¿por aventura cobdicias la muerte mía?-
Bernaldo dijo: -Señor, vuestra muerte no quería,
más duéleme que está preso mi padre gran tiempo había.
Señor, pídoos por merced, y yo vos lo merecía,
que me lo mandedes dar.-- Empero el rey, con gran ira,
le dijo: -Partíos de mí, y no tengáis osadía
de más esto me decir, ca sabed que os pesaría:
ca yo vos juro y prometo que en cuantos días yo viva
que de la prisión no veades fuera a vuestro padre un día.-
Bernaldo, con gran tristeza, aquesto al rey respondía:
-Señor, rey sois, y faredes a vuestro querer y guisa:
empero yo ruego a Dios, también a Santa María,
que vos meta en corazón que lo soltedes aina,
ca yo nunca dejaré de vos servir todavía.
Mas el rey con todo esto amábale en demasía
y ansí se pagaba del tanto cuanto más le vía,
por lo cual siempre Bernaldo ser fijo del rey creía.

 
 

 

Alfonso niega la libertad del padre:

 
 

ndados treinta y seis años del rey don Alfonso el Casto,
en la era de ochocientos y cincuenta y tres ha entrado
el número de esta cuenta, y el rey ha más reposado,
faciendo en León sus cortes, y habiendo a ellas llegado
los altos hombres del reino y los de mediano estado,
mientras las cortes se facen el rey facer ha mandado
generales alegrías, con que a la corte ha alegrado,
corriendo cada día toros y bohordando tablados.
Don Arias y don Tibalte, dos condes de gran estado,
eran tristes además cuando vieron que Bernaldo
no entraba en aquellas fiestas, a los cuales ha pesado,
porque no ha entrado en ellas les era gran menoscabo,
y eran menguadas las cortes no habiendo a ellas andado.
Después de haberse entre sí ambos a dos acordado,
suplicaron a la reina que le dijese a Bernaldo,
que por su amor cabalgase, y que lanzase al tablado.
Folgando la reina de ello, a Bernaldo lo ha rogado,
diciendo: --Yo vos prometo de que al rey haya hablado,
yo le pida a vuestro padre, ca no me lo habrá negado.--
Bernaldo cabalgó entonces, y fue a complir su mandado:
llegando delante el rey, con tanta furia ha tirado,
que esforzándose en sus fuerzas, el tablado ha quebrantado.
El rey desque esto fue fecho fuese a yantar al palacio.
Don Tibalte y Arias, godos, a la reina le han membrado
que cumpliese la merced que a Bernaldo le ha mandado.
La reina fue luego al rey, la cual así le ha fablado:
-Mucho vos ruego, señor que me deis, si os viene en grado,
al conde don Sancho Díaz, que tenéis aprisionado;
ca este es el primer don que yo vos he demandado.-
El rey cuando aquesto oyó gran pesar hubo tomado,
y mostrando grande enojo, esta respuesta le ha dado:
-Reina, yo non lo faré, no vos trabajéis en vano,
ca non quiero quebrantar la jura que hube jurado.--
La reina fincó muy triste porque el rey no se lo ha dado,
mas Bernaldo en gran manera fue de esto mal enojado,
acordando de irse al rey a suplicarle de cabo
le diese a su padre el conde, y si no, desafiallo.

 
 

 

  Bernardo reclama la libertad de su padre:

 
 

n gran pesar y tristeza era el valiente Bernaldo,
por ver a su padre preso, y no poder libertallo.
Vestidos paños de duelo, y de sus ojos llorando,
se lo pidió de merced al rey don Alfonso el Casto,
el cual dar no se lo quiso, mas por respuesta le ha dado:
-que de decirlo otra vez no fuese jamás osado,
ca si lo osase facer con su padre haría echarlo.-
Bernaldo cuando esto vido al rey así ha fablado:
-Señor, por cuanto os serví ya debiérades soltallo:
bien remembrarse vos debe, si non se vos ha olvidado,
de cómo vos acorrí cuando vos tenían cercado
los moros en Benavente, andando en la lid lidiando,
en la cual sabéis que os vistes en muy peligroso estado
con gente del rey Ores que la tierra os habían entrado,
y vos dijístesme entonces que vos pidiese a mi grado
un don cualquier que quisiese de vos me sería dado:
yo pedíos a mi padre, y por vos me fue otorgado.
Otrosí cuando lidiastes con Alzaman el pagano,
que yacía sobre Zamora teniendo cerco asentado,
bien sabedes lo que aí fice para sacaros en salvo;
desque la lid fue vencida vuestra fe me hubisteis dado
de darme a mi padre el conde libre, suelto, vivo y sano.
Y también cuando os tenían cercado en el mismo grado
los moros cerca del río que Horbi era llamado,
y vos daban muy gran priesa, que fuera escapar milagro,
y estando en horas de muerte llegué yo por aquel cabo,
y bien sabéis lo que fice, y cómo os hube librado.
Agora pues que me veo ser de vos tan mal pagado,
que a mi padre no me dais, habiéndomelo mandado,
de vos me quito, y no quiero ser ya más vuestro vasallo.
Y reto a todos aquellos cuantos son de vuestro bando,
para en cualquiera lugar que los hubiere fallado,
si más pudiere que ellos, como enemigo contrario.-
De esto fue el rey muy sañudo, y díjole así a Bernaldo:
-Bernaldo, puesque así es, que me salgades, vos mando,
desde hoy en nueve días de mi tierra y mi reinado,
y no vos falle yo ende; que vos digo, sí vos fallo
después que fuere complido el término que os señalo,
que vos mandaré echar donde vuestro padre ha estado.-
Bernaldo entonces se fue para Saldaña enojado,
y luego Vasco Meléndez, que en sangre le era llegado,
y también Suero Velázquez, que era su deudo cercano,
y don Nuño de León, deudo otrosí de Bernaldo,
viendo que así se partía y que del rey iba airado,
despidiéronse del rey y besáronle la mano,
y fuéronse para Saldaña, con Bernaldo se han juntado.
Bernaldo comenzó entonces a facer gran mal y daño;
corrió la tierra de León, fizo en ella gran estrago.
Duraron aquestas guerras, que hubo entre el rey y Bernaldo,
gran tiempo, fasta que fue muerto Alfonso, el rey casto.

 
 

Por las riberas de Arlanza:

 
 

or las riberas de Arlanza Bernardo del Carpio cabalga
con un caballo morcillo enjaezado de grana,
gruesa lanza en la su mano, armado de todas armas.
Toda la gente de Burgos le mira como espantada,
porque no se suele armar sino a cosa señalada
También lo miraba el rey, que fuera vuela una garza;
diciendo estaba a los suyos: -Esta es una buena lanza:
si no es Bernardo del Carpio, este es Muza el de Granada.-
Ellos estando en aquesto, Bernardo que allí llegaba,
ya sosegado el caballo, no quiso dejar la lanza;
mas puesta encima del hombro al rey de esta suerte hablaba:
--Bastardo me llaman, rey, siendo hijo de tu hermana
y del noble Sancho Díaz, ese conde de Saldaña
dicen que ha sido traidor, y mala mujer tu hermana.
Tú y los tuyos lo habéis dicho, que otro ninguno no osara:
mas quien quiera que lo ha dicho miente por medio la barba;
mi padre no fue traidor, ni mi madre mujer mala,
porque cuando fui engendrado ya mi madre era casada.
Pusiste a mi padre en hierros, y a mi madre en orden santa,
y por que no herede yo quieres dar tu reino a Francia.
Morirán los castellanos antes de ver tal jornada:
montañeses, y leoneses, y esa gente asturiana,
y ese rey de Zaragoza me prestará su compaña
para salir contra Francia y darle cruda batalla;
y si buena me saliere, será el bien de toda España;
si mala, por la república moriré yo en tal demanda.
Mi padre mando que sueltes pues me diste la palabra;
si no, en campo, como quiera te será bien demandada.

 
 

Bernardo se entrevista con el rey:

 
 

as cartas y mensajeros del rey a Bernaldo van:
que vaya luego a las cortes, para con él negociar.
No quiso ir allá Bernaldo, que mal recelado se ha,
las cartas echó en el fuego, los suyos manda juntar.
Desque los tuvo juntados comenzóles de hablar:
-Cuatrocientos soys, los míos, los que coméis el mi pan,
nunca fuisteis repartidos, agora os repartirán:
en el Carpio queden ciento para el castillo guardar;
y ciento por los caminos, que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo para con el rey hablar.
Si mala me la dijere, peor se la entiendo tornar.-
Con esto luego se parte y comienza a caminar,
por sus jornadas contadas llega donde el rey está.
De los doscientos que lleva los ciento mandó quedar,
para que tengan segura la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan se va al palacio real,
cincuenta deja a la puerta que a nadie dejen pasar;
treinta deja a la escalera por el subir y el bajar;
con solamente los veinte a hablar con el rey se va.
A la entrada de una sala con él se vino a topar,
allí le pidió la mano; mas no gela quiso dar.
-Dios vos mantenga, buen rey, y a los que con vos están.
Decí ¿á qué me habéis llamado, o qué me queréis mandar?
Las tierras que vos me distes, ¿por qué me las queréis quitar?-
El rey, como está enojado, aun no le quiere mirar,
a cabo de una gran pieza la cabeza fuera alzar.
-Bernaldo, mal seas venido, traidor, hijo de mal padre,
dite yo el Carpio en tenencia, tómastelo en heredad.
-Mentides, buen rey, mentides, que no decides verdad,
que nunca yo fui traidor, ni lo hubo en mi linaje.
Acordárseos debiera de aquella del Romeral,
cuando gentes extranjeras a vos querían matar.
Mataron vos el caballo, a pie vos vide yo andar;
Bernaldo como traidor el suyo vos fuera a dar,
con una lanza y adarga ante vos fue a pelear.
Allí maté a dos hermanos, ambos hijos de mi padre,
que obispos ni arzobispos no me quieren perdonar.
El Carpio entonces me distes, sin vos lo yo demandar.
-Nunca yo tal te mandé, ni lo tuve en voluntad.
Prendedlo, mis caballeros, que atrevido se me ha.-
Todos le estaban mirando, nadie se le osa llegar;
revolviendo el manto al brazo la espada fuera a sacar.
-¡Aquí, aquí, los mis doscientos, los que coméis el mi pan!
que hoy es venido el día que honra habéis de ganar.-
El rey como aquesto vido, procuróle de amansar:
-Malas mañas has, sobrino, no las puedes olvidar,
lo que hombre te dice en burla a veras lo quieres tomar;
si lo tienes en tenencia, yo te lo do en heredad,
y si fuere menester, yo te lo iré a segurar.-
Bernaldo que esto le oyera esta respuesta le da:
-El castillo está por mí, nadie me lo puede dar;
quien quitármelo quisiere, procurarle he de guardar.-
El rey que le vio tan bravo dijo por le contentar:
-Bernaldo, tente en buen hora con tal que tengamos paz.-

 
 

Desafío de don Urgel y Bernardo:

 
 

n las cortes de León gran fiesta se ha pregonado,
mandáralas pregonar el rey don Alfonso el Casto.
Todos los grandes del reino, que supieron su mandado,
como vasallos leales prestamente se han juntado.
Todo género de fiestas en León se ha celebrado,
porque el rey muy francamente sus haberes ha gastado:
unos sacan invenciones, otros salen disfrazados;
unos muy reñida justa, otros torneo han cercado;
unos juegan a las cañas otros corren sus caballos;
unos lidian bravos toros, otros juegan a los dados.
Pero aqueste claro día envidia lo ha eclipsado:
un extraño caballero ante el rey se ha presentado,
armado de todas armas y el caballo encubertado,
blandiendo una gruesa lanza, bien apuesto y divisado;
demandó seguro al rey para un caso señalado.
Según que lo demandó por el rey le fue otorgado.
Por medio de la gran plaza dice muy determinado:
-Si hay algún caballero que salga conmigo al campo,
probaré que soy mejor, y de mejor rey vasallo.-
Sus palabras descorteses a todos han alterado;
conocido fue de algunos ser Urgel el esforzado,
uno de los doce pares, mucho temido y dudado.
Bien había caballeros que le hubieran demandado
aquellas locas palabras que ante su rey ha hablado;
mas no osaron por temor, que el rey estaba enojado
de una lid que fue otorgada otra vez sin su mandado;
también porque sabían que el rey estaba inclinado
para dar el plazo y honra a su sobrino Bernaldo.
Soberbio está don Urgel, porque nadie lo ha retado.
Iban dueñas y doncellas, todas hacen cruel llanto,
porque en la flor de Castilla un francés se haya nombrado.
El buen rey con gran enojo abajose del andamio
por los cantones y plazas pregonar había mandado:
que cualquiera que venciese aquel francés tan osado,
le hará grandes mercedes, y le dará un condado.
Los castellanos con saña dicen: -Salga don Bernardo.-
A buscallo iba el buen rey con diligencia y cuidado.
Dentro en la iglesia mayor prestamente fue hallado:
haciendo estaba oración al apóstol Santiago.
-Manténgaos Dios, sobrino. -Señor, seáis bien llegado.-
Allí hablara el buen rey, bien oiréis lo que ha hablado:
-Todas las gentes de España han venido a mi llamado;
solo vos, mi buen sobrino, os andáis de mí apartando,
que no queréis ver mis fiestas, y estáis de mí despagado.
-Aqueso, mi buen señor, vuestra alteza lo ha causado,
que tiene preso a mi padre con guarda y aherrojado,
y no es justo, estando preso, que yo esté regocijado-.
-Pues si vos queréis, sobrino, obedecer mi mandado,
haré libre a vuestro padre, aunque mal me hubo enojado.-
Don Bernardo que lo oyera, en el suelo arrodillado
besó las manos al rey por el bien que le ha otorgado,
protestando de servillo como bueno y fiel criado.
Luego el rey le dio la cuenta de todo lo que ha pasado:
de cómo un francés soberbio los había desafiado.
Don Bernardo que lo supo, mal lo había amenazado.
Por todos los ricos hombres que el rey tenía a su lado,
con ricas y fuertes armas Bernardo fue luego armado:
danle un caballo del rey, el mejor y más preciado,
terciada lleva la lanza, y el escudo embrazado,
contorneando el caballo a la plaza fue llegado.
Quien miraba su postura le quedaba aficionado:
era diestro y animoso, bien dispuesto y mesurado.
Para hacer la batalla jueces les han señalado,
pártenles el campo y sol, por que nadie esté agraviado.
A la segunda carrera el francés fue derribado.
Bernardo con gran presteza del caballo fue apeado;
ponen mano a las espadas, cada cual muy denodado,
hiérense por todas partes con rigor desmesurado,
tan bravos golpes se daban, que el rey estaba espantado.
De los escudos y mallas todo el campo está sembrado;
mas un punto de flaqueza ninguno ha demostrado.
Sin conocerse ventaja tres horas han peleado.
Para recebir aliento un poco se han apartado.
Para tornar a la lid Bernardo se ha anticipado
y con saña que tenía de esta suerte le ha hablado
-Desdícete, caballero, si no, serás castigado-.
-Aquesto, dijo el francés, no lo he acostumbrado,
morir puedo en la batalla; mas no vivir deshonrado.-
De la sangre que perdía andaba desatinado;
como muerto cayó en tierra, de las fuerzas despojado.
Don Bernardo lo sacó de la raya do han lidiado.
Así quedó vencedor, y el francés fue deshonrado
y después en Roncesvalles le acabó de dar su pago,
que en muy reñida batalla la cabeza le ha cortado.

 
 

Ir al Inicio